TRADUCCION

domingo, 15 de junio de 2014

Preferencia o Adicción


Muchas personas se hacen infelices a sí mismas simplemente porque les resulta imposible aceptar la vida tal como se está presentando aquí mismo, ahora mismo.
Nada les parece lo bastante bueno y nada está bien del todo. Como en el cuento de la princesa y el guisante, estas personas no pueden sentirse cómodas de ninguna manera con su situación ni sus circunstancias, con su entorno o con sus compañías. Nada funciona, nada es lo bastante bueno, lo bastante rápido, lo bastante grande. Son unas personas que siempre encontrarán el motivo para no ser felices del todo, mientras exista eso que llamamos tiempo meteorológico. No son capaces de celebrar lo que es, sino que necesitan, más bien, quejarse de lo que no es.
Celebrar o quejarse: ésta es la opción de cada momento. Si eliges lo primero en vez de lo segundo, tu vida podrá llenarse de sonrisas para siempre.
Verás, existe una manera de ser más felices que Dios, y consiste en no exigir que nada sea diferente en ningún sentido de cómo es ahora mismo. Esto no significa que no aspires nunca a cambiar nada. Sí que significa que no bases tu felicidad en si se está produciendo o no ese cambio. Es una cuestión de dejar de vivir la vida a base de adicciones y pasar a vivirla a base de preferencias.
Si te ofrecen una copa de helado de vainilla y la verdad es que prefieres el de chocolate, no tiene nada de malo que indiques tu preferencia; de hecho, es muy sano que la indiques. (“Muchas gracias, muy amable. Pero, por casualidad, ¿hay helado de chocolate? A decir verdad, es el que más me gusta.”)
El fruto de estas palabras sinceras puede ser que te acaben dando el helado que más te gusta. Y lo peor que puede pasarte es que te tengas que conformar con el de vainilla, lo cual tampoco está mal, pues tu afición al helado de chocolate no es para ti más que una preferencia y no una adicción.
Siempre podrás saber si tienes adicción a algo, en vez de simplemente preferirlo, observando si la falta de ese algo te hace perder la felicidad.
En el ejemplo anterior, estamos suponiendo que no serías infeliz si no te dieran helado de chocolate, sino que estarías contento con el de vainilla. Por tanto, el helado de chocolate no es más que una preferencia y no una adicción.
La idea para la vida consiste en convertir tus adicciones en preferencias. Las adicciones se transforman en preferencias por el sencillo método de observar sinceramente cuánto te perderías de verdad si no tuvieras lo que crees que quieres y que necesitas aquí mismo y ahora mismo. Suele ser con frecuencia mucho menos de lo que te piensas.
Lo que estoy diciendo aquí es que, mientras se esté viviendo la vida, siempre habrá algo que celebrar. Ver el vaso medio lleno, más que medio vacío, es algo más que un aforismo ñoño. Es la clave de la felicidad perdurable.
Si sales de tu historia el tiempo suficiente para echar una mirada a la vida con sinceridad y para darle una oportunidad, advertirás que la vida te está presentando ahora mismo y casi a cada momento todo lo que necesitas para estar satisfecho y en paz. Lo único que tienes que hacer para vivirlo así es cambiar tus requisitos para este momento presente.
El cambio de requisitos es muy sencillo, en realidad. No es más que una cuestión de cambiar de opinión acerca de lo que necesitas ahora mismo. La verdad es que no necesitas nada en especial.  A ti te puede parecer un desafío asumir esta idea dentro de tu realidad vital, pero quizá no te cueste tanto esfuerzo ver que la mayoría de las cosas que te parecía que no podías vivir sin ellas no las necesitabas en realidad. Habrás encontrado una manera no sólo de existir sin esas cosas, sino de sonreír, reír y ser feliz sin ellas.
Es la ilusión de que existe algo que debes tener absoluta y necesariamente para poder vivir. Pero no hay nada que debas tener aparte de lo que ya tienes ahora mismo, que es el Yo tal como es en realidad. No puedes morir, y tu vida no puede terminar, porque tú eres la vida misma manifestada. Cuando hayas entendido esto, ya no temerás a la muerte, y entonces ya no temerás a la vida. Tampoco volverás a sentir una necesidad apremiante y visceral de nada en particular. Esto lo cambia todo.
Por Neale Walsh

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