Lo más
importante del proceso de sanarnos es aceptarnos
totalmente a nosotros mismos, con todas nuestras múltiples partes. Aceptémonos
cuando actuamos bien y cuando no lo hacemos tan bien, cuando nos asustamos y
cuando demostramos nuestro amor, cuando nos comportamos tontamente y cuando nos
mostramos brillantes e ingeniosos, cuando fracasamos y cuando ganamos.
Todo esto son
distintas facetas de nosotros mismos. La mayoría de nuestros problemas
provienen de que rechazamos partes de nosotros mismos: no nos amamos total e
incondicionalmente.
Que la mirada
que echamos sobre nuestro pasado no sea de vergüenza. Miremos al pasado viendo
en él la riqueza y la plenitud de la Vida. Sin esta riqueza y esta plenitud no estaríamos
hoy aquí. Cuando nos aceptamos totalmente nos convertimos en seres íntegros y
sanos.
Si no te amas
total, entera y plenamente, es porque en algún momento aprendiste a no amarte. Pero
puedes desaprenderlo. Empieza a ser amable contigo ahora mismo:
“Me amo y me
acepto exactamente tal como soy. Me apoyo, confío en mí y me acepto allí donde
esté. Me pongo la mano sobre el corazón y siento el amor que hay en él. Sé que
en él hay mucho lugar para aceptarme tal como soy aquí y ahora. Acepto mi cuerpo,
mi peso, mi altura, mi aspecto, mi sexualidad y mis experiencias. Acepto todo
lo que he creado para mí mismo. Mi pasado y mi presente. Estoy dispuesto a
dejar que mi futuro suceda. Soy una Expresión Divina y Magnífica de la Vida, y
me merezco lo mejor de lo mejor. Y lo acepto para mí, ahora.
Acepto los
milagros. Acepto sanar. Acepto que estoy a salvo. Y sobre todo, me acepto a mí
mismo. Soy un ser único y valioso, y me aprecio como tal. Y así es”
- Louise L Hay
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