Cuando queremos “hablar con Dios”, nos dirigimos a Él a través de la oración, ya sean rezos, plegarias o como una familiar conversación.
Pero muchas veces quisiéramos poder escuchar claramente sus palabras, escuchar qué nos quiere decir. Quisiéramos poder obtener un consejo cuando nos vemos enfrentado a alguna dificultad o debemos tomar alguna decisión. ¿Cómo podemos escuchar directamente sus palabras? ¿Cuál es la forma en que nos habla?
Estas respuestas están muy claramente explicadas en el hermoso libro de Neale Walsh, “Conversaciones con Dios” y que comparto con ustedes en este artículo:
¿Cómo habla Dios, y a quién?
- DIOS : Mi modo usual de comunicarme es por medio del sentimiento. El sentimiento es el lenguaje del alma.
Si quieres saber hasta qué punto algo es cierto para ti, presta atención a lo que sientes al respecto. A veces los sentimientos son difíciles de descubrir, y con frecuencia aún más difíciles de reconocer. Sin embargo, en tus más profundos sentimientos se oculta tu más alta verdad.
También me comunico con el pensamiento. El pensamiento y los sentimientos no son lo mismo, aunque pueden darse al mismo tiempo. Al comunicarme con el pensamiento, a menudo utilizo imágenes. Por ello, los pensamientos resultan más efectivos como herramientas de comunicación que las mismas palabras.
Además de los sentimientos y pensamientos, utilizo también el vehículo de la experiencia, que es un magnífico medio de comunicación.
Y finalmente, cuando fallan los sentimientos, los pensamientos y la experiencia, utilizo las palabras. En realidad, las palabras resultan el medio de comunicación menos eficaz. Están más sujetas a interpretaciones equivocadas, y muy a menudo a malentendidos.
¿Y eso por qué? Pues debido a lo que son las palabras. Éstas son simplemente expresiones: ruidos que expresan sentimientos, pensamientos y experiencia. Son símbolos. Signos. Insignias. No son la verdad. No son el objeto real.
Las palabras le pueden ayudar a uno a entender algo. La experiencia le permite conocerlo. Sin embargo, hay algunas cosas que uno no puede experimentar. Por eso les he dado otras herramientas de conocimiento: son los llamados sentimientos; y también los pensamientos.
Tu experiencia y tus sentimientos sobre algo representan lo que efectiva e intuitivamente sabes acerca de ello. Las palabras únicamente pueden aspirar a simbolizar lo que sabes, y a menudo pueden confundir lo que sabes.
Así pues, esas son las herramientas con las que Yo me comunico; aunque no sistemáticamente, pues ni todos los sentimientos, ni todos los pensamientos, ni toda la experiencia ni todas las palabras proceden de Mí.
Muchas palabras han sido pronunciadas por otros en Mi nombre. Muchos pensamientos y muchos sentimientos han sido promovidos por causas que no son resultado directo de Mi creación. Y muchas experiencias se derivan también de dichas causas.
La cuestión consiste en discernir. La dificultad estriba en saber la diferencia entre los mensajes de Dios y los que proceden de otras fuentes. Esta distinción resulta sencilla con la aplicación de una regla básica:
Tu Pensamiento más Elevado, Tu Palabra más Clara, Tu Sentimiento más Grandioso, son siempre Míos. Todo lo demás procede de otra fuente.
Con ello se facilita la labor de diferenciación, ya que no debiera resultar difícil, ni siquiera para el principiante, identificar lo más Elevado lo más Claro y lo más Grandioso.
No obstante, te daré algunas directrices:
El Pensamiento más Elevado es siempre aquel que encierra alegría.
Las Palabras más Claras son aquellas que encierran verdad. El Sentimiento más Grandioso es el llamado amor.
Alegría, Verdad, Amor.
Los tres son intercambiables, y cada uno lleva siempre a los otros. No importa en qué orden se encuentren.
Una vez determinado, utilizando estas directrices, que mensajes son Míos y cuáles proceden de otra fuente, lo único que falta es saber si Mis mensajes serán tenidos en cuenta.
La mayoría de Mis mensajes no lo son. Algunos, porque parecen demasiado buenos para ser verdad. Otros, porque parece demasiado difícil seguirlos. Muchos, debido simplemente a que se entienden mal. La mayoría, porque no se reciben.
Mi mensajero más potente es la experiencia, e incluso a ésta la ignoras; especialmente a ésta la ignoras.
Tu mundo no se hallaría en el estado en que se encuentra si simplemente hubieras escuchado a tu experiencia. El resultado de que no escuches a tu experiencia es que sigues reviviéndola, una y otra vez; puesto que mi propósito no puede verse frustrado, ni mi voluntad ignorada. Tienes que recibir el mensaje. Antes o después.
Sin embargo, no te forzaré. Nunca te coaccionaré; ya que te he dado el libre albedrío – la facultad de hacer lo que quieras -, y nunca jamás te lo quitaré.
Así pues, seguiré enviando los mismos mensajes una y otra vez. Seguiré enviando infinitamente Mis mensajes, hasta que los hayas recibido y los hayas escuchado con atención, haciéndolos tuyos.
Mis mensajes pueden venir bajo un centenar de formas, en miles de momentos. No puedes pasarlos por alto si realmente escuchas. No puedes ignorarlos una vez los hayas oído verdaderamente. De este modo nuestra comunicación empezará en serio, ya que en el pasado únicamente Me has hablado, Me has rezado, has intercedido ante Mí, Me has suplicado. Pero ahora puedo responderte, siquiera sea como lo estoy haciendo en este momento.
Conversaciones con Dios I - Neale Donald Walsh
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