TRADUCCION

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Empieza por Ti Mismo


De joven, Sócrates, el gran filósofo ateniense que vivió entre los años 470 y 399 a. de C., se enamoró de Xantipa, que era muy hermosa. Él no era apuesto, pero era muy persuasivo. Los individuos persuasivos tienen la capacidad de conseguir lo que desean. Y Sócrates logró convencer a Xantipa de que se casara con él.

Finalizada la luna de miel, las cosas empezaron a ir mal en casa. Su mujer empezó a verle defectos. Y él, a ver los de ella. Él actuaba movido por su egoísmo. Ella andaba siempre fastidiándole. Y Sócrates afirmó, según se dice: «Mi objetivo en la vida era llevarme bien con la gente. Elegí a Xantipa porque sabía que, si pudiera llevarme bien con ella, podría llevarme bien con todo el mundo».

Él decía que soportaba la molestia de Xantipa como una forma de autodisciplina personal. Lo cierto es que hubiera conseguido desarrollar una auténtica autodisciplina si hubiera intentado comprender a su esposa e influir en ella mediante las mismas atenciones y expresiones de cariño que había utilizado para convencerla de que se casara con él. No veía la viga de su propio ojo y, en cambio, veía la paja en el ojo de Xantipa.

Como es natural, Xantipa tampoco estaba libre de culpa. Sócrates y ella eran como tantos matrimonios de hoy en día. Después de la boda, dejan de comunicarse sus verdaderos sentimientos de afecto, comprensión y amor. Se «olvidan» de utilizar los mismos modales agradables y las mismas actitudes mentales que hicieron de su noviazgo una feliz experiencia.

Pero ni Sócrates ni  Xantipa trabajaban para que su vida hogareña fuera más feliz. Ninguno miraba  la viga en su propio ojo, sino que veían la paja en el ojo del otro.

Hablaremos ahora de otro joven... que aprendió a ver la viga en su propio ojo. Pero, antes de hacerlo, veamos de qué manera se desarrolla el hábito de la importunación.
Hayawaka escribió en la obra El lenguaje en el pensamiento y en la acción: Para curar [lo que ella cree que son] los defectos de su marido, es posible que una esposa le importune. Los defectos del marido se agravan y ella sigue importunándole. Como es natural, los defectos se agravan ulteriormente y ella le importuna todavía más. Dominada por una reacción fija al problema de los defectos de su marido, la esposa sólo sabe abordarlo de una manera. Y, cuanto más insiste, tanto más se deteriora la situación, hasta que ambos acaban con los nervios destrozados; el matrimonio se destruye y sus vi das se hacen pedazos.

Pero, bueno, ¿qué ocurrió con el joven? Era la primera noche de un curso «La ciencia del éxito», cuándo al joven se le preguntó ¿Por qué quiere seguir este curso?»
  « ¡Por mi mujer!», contestó él. Muchos de los alumnos se rieron... pero no así el instructor. Éste sabía por experiencia que hay muchos hogares desdichados porque el marido o la esposa ve los defectos del otro, pero no los suyos propios.

Cuatro semanas más tarde, en el transcurso de una reunión en privado, el instructor le preguntó al alumno « ¿Cómo anda su problema?» « ¡Está resuelto! »  «¡Estupendo! Pero, ¿cómo lo ha conseguido?» «He aprendido lo siguiente: Cuando me en enfrento con un problema que implica malentendidos con otras personas tengo que empezar primero por mí mismo.

Al examinar mi propia actitud mental, descubrí que era negativa. Resultó que el problema no estribaba en mi mujer... ¡sino en mí mismo! Al resolver mi problema, descubrí que ya no tenía ninguno con ella.»


¿Qué hubiera ocurrido si Sócrates se hubiera hecho la siguiente reflexión: «Cuando me enfrento con un problema que implica un malentendido con Xantipa, tengo que empezar primero por mí mismo»? ¿Y qué ocurriría si usted se dijera: «Cuando me enfrento con un problema que implica un malentendido con otra persona, tengo que empezar primero por mí mismo»? ¿Sería su vida más feliz?

- Napoleon Hill 

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