No importa lo
que los demás piensen de ti, lo que
importa es lo que tú piensas de ti mismo. No es necesario buscar amor ni
aprobación afuera sino en el interior, amarse y aprobarse sin condiciones.
No puedes buscar
afuera lo que debe venir de adentro, ni puedes dar lo que no tienes. No puedes amar
verdaderamente sin amarte primero tú; no puedes perdonar a los demás si el perdón
no ha hecho guarida en tu corazón y no has perdonado primero tus propios
errores.
Todo está en ti
y es por eso que tampoco puedes herir a alguien sin hacerte daño a ti mismo, ni
puedes hacerle feliz y que eso no te cause alegría. Entonces, quizás
comiences a comprender que todos somos uno y que la vida comienza en ti y se
extiende en todas las direcciones.
Cada ser es el
centro del universo, de su propio universo. La gente acostumbra a decirle a los
demás “tú no eres el centro del mundo”, yo diría: - "Del tuyo no lo soy,
pero sin duda Si soy el centro de Mi mundo". Somos protagonistas principales y no
secundarios en la historia de nuestra vida.
Todo lo que
vemos en los demás comienza en nosotros, porque todo no es más que el reflejo
de nuestra propia mente. Todo lo que vemos son nuestros pensamientos
convertidos en personas y situaciones.
El centro del
mundo... de Tu mundo... eres TÚ.
No importa que
alguien no te ame, lo que importa es que te ames a ti mismo. No importa que
alguien no te perdone, importa que tú puedas perdonarte.
Cuando logres el
amor total hacia tu propio ser, habrás encontrado también el amor de Dios, pues
Tú y El son el centro del universo, de tu universo, y los dos son uno.
Y ese “Tú”, también soy “Yo”. Todos somos
Uno, Yo, Tú… Dios. Todos Uno... solo
¡Uno!
Por: Marcela Allen
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