Los hindúes han
creado una encantadora imagen para describir la relación entre Dios y su
Creación. Dios «danza» su Creación. El es su bailarín; su Creación es la danza.
La danza es diferente del bailarín; y, sin embargo, no tiene existencia posible
con independencia de El. No es algo que se pueda encerrar en una caja y
llevárselo a casa. En el momento en que el bailarín se detiene, la danza deja
de existir.
En su búsqueda de Dios, el hombre piensa demasiado, reflexiona
demasiado, habla demasiado. Incluso cuando contempla esta danza que llamamos
Creación, está todo el tiempo pensando, hablando consigo mismo o con los
demás, reflexionando, analizando, filosofando. Palabras, palabras, palabras…
Ruido, ruido, ruido…
Guarda silencio y mira la danza. Sencillamente, mira: una
estrella, una flor, una hoja marchita, un pájaro, una piedra… Cualquier
fragmento de la danza sirve. Mira. Escucha. Huele. Toca. Saborea. Y seguramente
no tardarás en verle a él, al Bailarín en persona.
Si realmente has oído cantar a un pájaro, si
realmente has visto un árbol…, deberías saber más allá de las palabras y los
conceptos.
¿Qué dices? ¿Que has oído cantar a docenas de pájaros y has visto
centenares de árboles? Ya. Pero lo que has visto ¿era el árbol o su
descripción? Cuando miras un árbol y ves un árbol, no has visto realmente el
árbol. Cuando miras un árbol y ves un milagro, entonces, por fin, has visto un
árbol. ¿Alguna vez tu corazón se ha llenado de muda admiración cuando has oído
el canto de un pájaro?
Dios y su Creación .
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