¿Cómo podríamos
percibir nuestras partes más sólidas si no existieran, dentro de nosotros,
debilidades? ¿Cómo podríamos aprender
sin nuestra ignorancia?
¡Cuántas cosas
había pagado demasiado caro! ¡Y cuántas cosas había recibido sin darme cuenta
de cuán barato las había conseguido! Avaricia y derroche, dos puntas de un
mismo error.
El miserable y
el pródigo, dos yo anidando en mí, conviviendo dentro de mí, apareados tratando
de diferenciarse y a la vez de competir, de aparecer, de dominar.
¡Qué loca idea
esta de que todo va por el mundo de a dos! Vivimos en un enorme ying-yang: dos
partes que configuran un todo único e indivisible, dos mitades que se
pueden diferenciar únicamente para
comprenderlas, pero que no tienen existencia independiente.
Para que puedas
percibir la luz hace falta la oscuridad. Las cosas son sólo si existe el
opuesto. Y eso es así con la luz y la oscuridad, con el día y la noche, con lo
masculino y lo femenino, con la fuerza y la debilidad.
Esto es así en
el mundo de afuera y, por supuesto, lo es también en el mundo de adentro. Todas
nuestras cualidades, condiciones, virtudes y defectos están en nosotros,
apareados con sus correspondientes opuestos. Ninguno de nosotros es sólo bueno,
ni sólo inteligente, ni sólo valiente. Nuestra bondad inteligencia y valentía
coexisten siempre con nuestra maldad, con nuestra estupidez y con nuestra
cobardía.
Todos hemos
escuchado que los que se sienten superiores y tratan de mostrarlo, en realidad
deben creerse bastante inferiores, y es cierto. Cada vez que un rasgo se
manifiesta por sobretodos los demás, no siempre es síntoma de que en nosotros
predomina ese rasgo, sino que muchas veces este predominio es solamente la
expresión de un gran trabajo con el que la otra polaridad ha sido escondida,
evitada, resistida, reprimida. ¿Detrás de cada buen tipo se esconde siempre un
reprimido? A veces es así. Ese buen tipo tuvo que hacer algo con ese mal tipo
que anida en él, lo cual tuvo un costo para él. Lo importante es saber qué
cosas escondo y para qué lo hago.
Por: Dr. Jorge Bucay
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