El amor habló
conmigo y me dijo: "Yo soy el todo y la nada. Soy como el viento, y no puedo
entrar donde las ventanas y las puertas están cerradas."
Le respondí al
amor: "¡Pero yo estoy abierto a ti!".
Y él me dijo:
"El Viento está hecho de aire. En tu casa hay aire, pero está todo
cerrado. Los muebles se van a llenar de polvo la humedad acabará destruyendo
los cuadros y manchando las paredes. Tú seguirás respirando, conocerás una
parte de mí, pero yo no soy una parte, yo soy el Todo, y eso tú no lo vas a
conocer nunca."
Vi los muebles
llenos de polvo, los cuadros pudriéndose a causa de la humedad, no tenía otra
alternativa más que abrir las ventanas y las puertas. Al hacerlo, el viento lo
barrió todo. Yo quería guardar mis memorias, proteger lo que creía haber
conseguido con tanto esfuerzo, pero todo había desaparecido, yo estaba vacío
como la estepa.
Y como estaba
vacío, el viento que entró trajo cosas nuevas, ruidos que no había oído, gente
con la que jamás había hablado. Volví a sentir el mismo entusiasmo de antes
porque me había liberado de mi historia personal, había destruido al
"acomodador", aquel acontecimiento en nuestras vidas que es el
responsable del hecho de que hayamos dejado de progresar. Un trauma, una
derrota especialmente amarga, una desilusión amorosa incluso una victoria que
no entendemos muy bien, acaba haciendo que nos acobardemos y que no sigamos
adelante. El hechicero, en el proceso de crecimiento de sus poderes ocultos,
primero tiene que librarse de su "punto acomodador", y para eso tiene
que recordar su vida y descubrir dónde está.
Entonces descubrí
que era un hombre capaz de bendecir a los demás de la misma manera que los
nómadas y los hechiceros de la estepa bendecían a sus semejantes.
Descubrí que era
mucho mejor y mucho más capaz de lo que yo mismo pensaba.
Paulo Coelho. - "El Zair".
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