Todos hemos oído la expresión “Cosechamos lo que sembramos”, esto se refiere a que toda acción genera una fuerza de energía que vuelve a nosotros de igual manera. De esta forma si deseamos crear felicidad en nuestra vida, debemos aprender a sembrar las semillas de la felicidad.
Así, el “karma” es la acción y la consecuencia de esa acción; es causa y efecto al mismo tiempo.
En todo momento de nuestra existencia estamos tomando decisiones y tenemos acceso a un número infinito de opciones. Algunas de estas opciones se escogen conscientemente, mientras que otras se eligen inconscientemente.
Muchas veces actuamos por reflejos condicionados, de la misma forma que en el Experimento de Pavlov, en el cual se le daba algo de comer a un perro cada vez que sonaba una campana, pronto el perro comenzaba a salivar cuando oía la campana, porque asociaba un estímulo al otro. De la misma forma, la mayoría de nosotros, como consecuencia del condicionamiento, respondemos de manera repetitiva y predecible a los estímulos de nuestro medio ambiente. Nuestras reacciones son provocadas automáticamente por las personas y por las circunstancias, y así olvidamos que esas reacciones son opciones que escogemos en cada momento de nuestra existencia. Sucede simplemente que escogemos esas opciones inconscientemente.
Así por ejemplo, si yo insultara a alguien, lo más seguro es que esa persona optara por ofenderse. Si yo le hiciera un cumplido, lo más probable es que optara por sentirse complacida o halagada. Pero pensemos en esto: siempre hay una opción. Yo podría insultarla, y esa persona podría optar por no ofenderse. Yo podría hacerle un cumplido, y ella podría optar por no permitir que mi elogio la afectara.
Por eso, la mejor manera de comprender y utilizar al máximo la ley kármica es que seamos siempre conscientes de las decisiones que tomamos. Es detenerse un momento y observar las opciones que escogemos en el instante mismo en que las escogemos. Este procedimiento de elección y de observación conscientes da mucho poder.
Sea que nos guste o no nos guste, todo lo que está sucediendo en este momento es producto de las decisiones que hemos tomado en el pasado. Infortunadamente, muchos de nosotros escogemos inconscientemente, y, por tanto, no nos damos cuenta de que estamos frente a un abanico de opciones; sin embargo, lo estamos.
Cuando hagamos una elección – cualquier elección – hagámonos dos preguntas. En primer lugar: “¿Cuáles son las consecuencias de escoger este camino?” El corazón nos lo dirá inmediatamente.
Y en segundo lugar: “¿Traerá esta decisión que estoy tomando felicidad para mí y para quienes me rodean?” Si la respuesta es afirmativa, sigamos adelante. Si la respuesta es negativa, si se trata de una opción que nos traerá sufrimiento a nosotros o a quienes nos rodean, abstengámonos de escoger ese camino. Es así de sencillo.
Solamente hay una opción, entre el número infinito de opciones que se presentan a cada segundo, que puede traernos felicidad a nosotros y a quienes nos rodean. Elegir esta opción produce una forma de comportamiento que se conoce con el nombre de acción correcta espontánea.
La acción correcta espontánea es la acción apropiada que se toma en el momento oportuno. Es la respuesta correcta a cada situación, en el momento en que se presenta. Es la acción que nos nutre, a nosotros y a todas las demás personas a quienes ella afecta.
El universo tiene un mecanismo muy interesante para ayudarnos a tomar decisiones correctas espontáneamente. Este mecanismo se relaciona con las sensaciones del cuerpo, las cuales son de dos tipos: de bienestar o de malestar. En el instante mismo en que estemos tomando una decisión conscientemente, prestemos atención a nuestro cuerpo y preguntémosle: “¿Qué pasa si opto por esto?” Si el cuerpo nos envía un mensaje de bienestar, es la decisión correcta; si da señales de malestar, entonces no es el camino apropiado. Prestemos conscientemente atención al corazón y preguntémosle qué debemos hacer. Después esperemos la respuesta – una respuesta física en forma de sensación. Podrá estar en el nivel más sutil de sensación, pero estará ahí, en nuestro cuerpo.
Sólo el corazón sabe la respuesta correcta. La mayoría de las personas piensan que el corazón es sensible y sentimental, pero no es así. El corazón es intuitivo; es holístico, es contextual, es relacional. No se orienta a perder o a ganar. Tiene acceso al computador cósmico – el campo de la potencialidad pura, del conocimiento puro y del infinito poder organizador – y toma todo en cuenta.
Podemos utilizar la ley del karma para crear abundancia en todas las áreas, y hacer que todas las cosas buenas fluyan hacia nosotros cuando lo deseemos. Pero primero debemos tomar conciencia de que el futuro es el producto de las decisiones que estamos tomando en cada momento de nuestra vida.
Si hacemos esto con regularidad, estaremos utilizando plenamente la ley del karma. Cuanto más traigamos nuestras decisiones al plano de la conciencia, más podremos escoger aquellas opciones que sean correctas espontáneamente – tanto para nosotros como para quienes nos rodean.
¿Qué pasa con el karma del pasado y cómo influye en nosotros ahora? Con respecto al karma pasado, se pueden hacer tres cosas: La primera es pagar las deudas kármicas. La mayoría de la gente escoge hacer esto – inconscientemente, claro está. Ésta también puede ser nuestra opción. Algunas veces, el pago de esas deudas implica mucho sufrimiento, pero la ley del karma dice que en el universo jamás queda una deuda pendiente. El sistema contable de este universo es perfecto, y todo es un intercambio constante, de un lado a otro, de energía.
La segunda posibilidad es transformar o convertir el karma en una experiencia más deseable. Éste es un proceso muy interesante, en el cual uno se pregunta, mientras paga la deuda kármica: “¿Qué puedo aprender de esta experiencia? ¿Por qué me está sucediendo esto y cuál es el mensaje que el universo trata de comunicarme?
La tercera manera de enfrentar el karma es trascendiéndolo. Trascender el karma es independizarse de él. La manera de trascender el karma es entrar constantemente en el espacio de la conciencia pura para sentir el yo, el espíritu. Es como lavar un trapo sucio en una corriente de agua; cada vez que se lava, desaparecen algunas manchas, y si se lava una y otra vez, cada vez queda más limpio. Limpiamos o trascendemos el karma entrando y saliendo del espacio de la conciencia pura. Esto se hace mediante la práctica de la meditación.
Tomando conciencia de las elecciones que hacemos, comenzamos a generar acciones que encierran un proceso de evolución tanto para nosotros como para todos los que nos rodean. Y eso es todo lo que necesitamos hacer.
Mientras el karma sea evolutivo – tanto para el yo como para todos los afectados por el yo – los frutos del karma serán la felicidad y el éxito.
CÓMO APLICAR LA LEY DEL “KARMA” O DE CAUSA Y EFECTO
Pondré a funcionar la ley del karma comprometiéndome a hacer lo siguiente:
1. Hoy observaré las decisiones que tome en cada momento. Y con el simple hecho de observar esas decisiones, las traeré a mi conciencia. Sabré que la mejor manera de prepararme para cualquier momento en el futuro es estar totalmente consciente en el presente.
2. Siempre que haga una elección me formularé dos preguntas: “¿Cuáles son las consecuencias de esta decisión?” y “¿Traerá esta decisión felicidad y realización tanto para mí como para aquellos a quienes afectará?”
3. Después le pediré orientación a mi corazón, y me dejaré guiar por su mensaje de bienestar o de malestar. Si me siento a gusto con la decisión, seguiré adelante sin temor. Si la decisión me produce malestar, me detendré a mirar las consecuencias de mi acción con mi visión interior.
* Este es un extracto del libro: Las siete Leyes Espirituales del Éxito. Deepak Chopra
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