El hábito
regular de ayudar a los demás una vez por semana puede ser tan importante para
la salud y la longevidad como el ejercicio regular y una buena alimentación, y
ayudar a los demás es también de gran valor para la salud de la comunidad y del
mundo. De hecho, podría ser la clave para acabar con el devastador ciclo de
miedo, aislamiento y violencia que predomina en nuestra sociedad individualista.
Tender una mano
amiga a otras personas es bueno para la vitalidad, el corazón y el sistema
inmunitario. A quienes hacen trabajos voluntarios con regularidad les aumenta
espectacularmente la esperanza de vida, comparados con aquellos que no realizan
ningún servicio para los demás.
Centrar la
atención en los demás puede servir para salir del común estado de bloqueo que
se produce cuando nos concentramos en la familia, la profesión y las preocupaciones
económicas. Ayudar a los demás suele mejorar el ánimo, aumentar el optimismo y
nutrirnos con una sensación de auténtica gratitud. Ayudar a alguien menos capaz
puede hacer que apreciemos más nuestras habilidades, nuestros conocimientos,
nuestra competencia y nuestros puntos fuertes.
El principal
beneficio de ayudar parece hallarse en el proceso más que en los resultados.
Con esto quiero decir que los beneficios -de quien ayuda y de la persona a la
que ayuda- surgen principalmente de las interacciones que se producen en cada
momento mientras la actividad de ayuda tiene lugar, y no de si se «arregla» o
no un problema social.
Contrariamente a
la opinión popular, ayudar a los demás no exige que se le dedique una enorme
cantidad de tiempo. Lo único que se necesita es un plan personal que puede
variar desde hacer un trabajo programado en alguna organización de voluntarios
hasta actos espontáneos de generosidad y amabilidad durante la semana. Al
elegir un tipo de ayuda que intensifique los buenos sentimientos y favorezca
que continuemos ayudando cada semana, creamos un contacto personal con las
personas a las que ayudamos.
Para mantener
vivo el entusiasmo, procuremos que la clase de ayuda que proporcionamos sea
algo que esté en consonancia con nuestros intereses o habilidades.
Otra cosa
maravillosa que puedes hacer es concertar una entrevista de cinco minutos a
solas con tu ser amado y comunicarle muchos de los motivos concretos que tienes
para apreciarlo. ¿Qué sentido y estímulo puedes encontrar tu pareja y tú en la
historia detallada de su relación? Haz una lista antes para poder «bañar» en
aprecio y gratitud a tu ser amado.
Algunas
sugerencias: ¿Qué fue lo que te atrajo de tu pareja al principio?; " ¿Qué
cualidades concretas admiras más en él o ella?; ¿Cuáles fueron algunos de los
momentos culminantes cuando comenzaron a salir juntos? ¿Y los momentos de risa
y diversión?; ¿Qué te hizo considerar que valía la pena continuar la relación?;
¿Cómo contribuyó tu pareja a que ambos superaran
las diferencias u obstáculos que se presentaron en el camino?; ¿Cuáles son tus
recuerdos predilectos de tu primer año de relación?; ¿Qué esfuerzos de tu
pareja han servido para que la relación superase los momentos difíciles?
Una vez que
hayas hecho la lista de sus experiencias y de las cualidades concretas que
aprecias en tu ser amado, hazle partícipe de los resultados. Una regla: La persona
que escucha no debe hacer ningún juicio ni negar ninguno de los comentarios
elogiosos («Pues, la verdad es que no soy tan considerado», «Nunca he sido tan
atractiva; además, ahora tengo que perder cinco kilos»). Después, pueden concertar
otra cita para intercambiar los papeles, y concédele a tu pareja cinco minutos
para que te diga las cosas concretas que aprecia en ti. Este sencillo ejercicio
va bien para sacudirse la indiferencia que crea la rutina y avivar eficazmente
la conciencia de las propias cualidades y las de la pareja, conciencia que
forma los cimientos compartidos, y a veces ocultos, del amor mutuo.
-Louise L Hay
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