Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos
trayectos. Quien no cambia
de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente
quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre
las “íes” a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de
los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente
quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo
cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo
menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente
quién deja escapar un posible amor, con tal de no hacer el esfuerzo de hacer
que éste crezca.
Muere lentamente
quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en
sí mismo.
Muere lentamente
quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere
lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia
incesante.
Muere
lentamente, quien abandona un proyecto antes de empezarlo, el que no pregunta acerca
de un asunto que desconoce o no responde cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la
muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mayor
que el simple hecho de respirar.
Solamente la
ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad
¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Hazlo hoy!
¡No te dejes
morir lentamente!
¡No te impidas
ser feliz!
Por: Martha
Medeiros (atribuido erróneamente en
muchos sitios de Internet al poeta Pablo Neruda)
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