TRADUCCION

domingo, 11 de enero de 2015

Vaciar la Mente



El Lama impartía enseñanzas a los monjes y novicios del monasterio.  Siguiendo la doctrina del Buda, ponía especial énfasis en aquietarse, retirarse de los pensamientos y en meditación profunda, percibir en el glorioso vacío interior la voz de la mente iluminada. Mostraba métodos muy antiguos a sus discípulos para que pudieran apartarse del pensamiento y vaciar la mente de inútiles contenidos.

-Vacíen, vacíen - exhortaba incansablemente a los discípulos. Así un día y otro día, con la misma insistencia que las aguas fluyen en el seno del río o el ocaso sigue al amanecer. - Vacíen, vacíen. Tanto insistiera en ello, que algunos discípulos acudieron a visitar al maestro y le dijeron respetuosamente: - Venerable maestro, en absoluto ponemos en duda la validez de tus enseñanzas, pero... -¿Por qué pones tanto énfasis en que nos vaciemos? ¿Acaso, respetado maestro, no acentúas demasiado ese aspecto de la enseñanza?

- Me gusta que me cuestionen - dijo el Lama-. No quiero que acepten nada que no sea sometido al escrutinio de su inteligencia primordial. Ahora debo llevar a cabo sin demora mi práctica meditacional, pero solicito que todos se reúnan al anochecer conmigo en el santuario.  Eso sí, queridos míos, quiero que cada uno de ustedes traiga consigo un vaso lleno de agua. 

Los discípulos disimularon como pudieron su asombro. ¿Se trataría de algún rito especial?  ¿Sería una ofrenda que iban a hacer a alguna de las deidades? Los discípulos no dejaban de conjeturar sobre la extraña solicitud del maestro.

El sol ya se comenzaba a ocultar. Los discípulos tomaron cada uno de ellos un vaso y lo llenaron de agua. Luego, ansiosos por desvelar el misterio, fueron hasta el santuario y se presentaron ante el maestro.

-Bueno chicos - dijo el maestro riendo con su excelente humor-. Ahora van a hacer algo muy simple. Golpeen los vasos con cualquier objeto. Quiero escuchar el sonido, la música capaz de brotar de sus vasos.

Los discípulos golpearon los vasos. De los mismos no brotó más que un feo sonido sordo, desde luego nada musical.

Entonces el maestro ordenó: - Ahora, queridos míos, vacíen los vasos y repitan  la operación.

Así lo hicieron los monjes. Vaciados los vasos, golpearon en ellos y surgió un sonido vivo, intenso, musical. Los discípulos miraron al Lama interrogantes. El Lama esbozó una sonrisita amorosamente pícara y se limitó a decir: - “Vaso lleno no suena; mente atiborrada no luce”. Les deseo felices sueños.

Los discípulos, comprendieron al momento y nunca habrían de olvidar aquello de "vaso lleno no suena". 
Cuando eliminamos los densos nubarrones de la mente, en el vacío original de la misma surge el revelador sonido de la iluminación.

(Desconozco el Autor)

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